Mamá, soy Paquito: mira qué hermosote estoy
Resumen
Nadie es realmente vanidoso para el espejo. La vanagloria precisa miradas ajenas, que avalen la arrogancia. Aún más, aspira a catervas de espectadores ávidos de justificar que el orgullo es comedido: mereceríamos mayor alabanza, nada es suficiente. Si lo sabremos los mexicanos, entrenados en los afanes del autoapapacho emocional.